Universo 6

Rebeldes.

A mediados de Julio, un bosque del estado de Pennsylvania en 1863. El día primero de mes tuvo lugar la batalla de Gettysburg. Unos días después comienza esta historia. Tras la derrota de Robert E. Lee en Gettysburg, la guerra estaba perdida, pero comenzaban tiempos muy difíciles.

Ser un soldado confederado el 4 de Julio de 1863 no debió ser algo fácil. Eso debía pensar James que llevaba cuatro días vagando por bosques y praderas desconocidas para él. La herida del brazo parecía dolerle un poco menos, pero tenía tanta hambre que quizás por eso no sentía el dolor. Su última comida había sido antes de la batalla y de eso parece que hacía mucho tiempo. Todas las granjas que encontró en su camino ya habían sido saqueadas y quemadas, por lo visto no era bastante con que en dos días hubieran muerto 51.000 soldados.

Al menos la suerte estaba de su parte y aun no había visto casacas azules, en su avance hacía el sur. Pero por temor todavía cargaba con su viejo fusil, ahora ya sin bayoneta. No sabía que era peor, el hambre o las pulgas y el barro que se comían el sucio uniforme. Si no encontraba refugio y comida pronto, más le hubiera valido caer bajo la caballería de la Unión. Así desesperado como estaba a penas pudo darse cuenta de que su avance no estaba siendo hacia el sur, si no más y más dentro de las lineas enemigas.

Después de caminar toda la noche a ciegas, la mañana se presentó de repente, entre una densa niebla. Como si el día ya hubiera estado ahí, pero no lo hubiera podido ver. Fue cuando estuvo a penas a unos pasos del campamento cuando se percató de que aquello eran tiendas de campaña y de que en la gran tienda del centro ondeaba la bandera de la Unión.

Demasiado tarde para huir. Justo en el momento en que se volvía, el centinela daba la voz de alarma, y el campamento despertaba de golpe ante aquel grito. Los soldados salían confusos de las tiendas a su alrededor, aun dormidos. Y entonces, James comenzó a correr en dirección al centro del campamento empuñando su fusil y golpeando con el a quien se interponía en su camino. Y de repente supo lo que tenía a hacer, iba a llegar a la tienda de aquel general quien demonios fuera y le dispararía sin pensarlo. Y así corriendo y gritando como loco, golpeando a diestra y siniestra a cuanto soldado asomaba la cabeza entre las aberturas de lona, se plantó ante la entrada de la gran tienda del General. Entró y allí estaba el General George Mead sin pantalones y con la camisa a medio abotonar. James acomodó el fusil en el hombro como tantas veces había hecho y se dispuso a disparar, pero por un segundo miró al General a los ojos y su miedo le hizo dudar. Acto seguido su cabeza estallaba en un torbellino de dolor y una perdida de conciencia. Cuando despertó estaba esposado junto a un grupo de rebeldes confederados, todos compañeros de su división la 26 de North Carolina. Al menos ahora comería algo y podría dejar de pensar en que tenía que matar a sus hermanos, algo más que bueno cuando sólo se tienen dieciseis años.

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